Cuando esta clienta nos pidió que abordáramos su dormitorio, sabíamos que había elementos que debían ser preservados, pero el desafío estaba en encontrar el equilibrio. Su enorme colección de bisutería, que ocupaba cada rincón, desordenaba el espacio y creaba una acumulación de objetos sin mucha coherencia. También nos pidió que rediseñábamos la entrada, un área que necesitaba un toque de claridad.

 

El enfoque fue claro: orden, simetría y relajación. Pintamos el dormitorio en un tono azul suave, pensado para transmitir calma y crear una atmósfera serena. Jugamos con la luz para darle una nueva dimensión al espacio, haciéndolo más acogedor y luminoso.

 

La entrada fue una apuesta diferente: elegimos un color intenso que resaltaba las piezas más valiosas para ella. Las obras y cuadros de su abuelo cobraron protagonismo, integrando ese legado sentimental en el diseño. Así, cada rincón reflejaba su esencia, creando un hogar que no solo recuperó el orden, sino que relataba su historia más personal.